jueves, 11 de junio de 2009

Una fiesta y una venganza

No hay ninguna muerte trágica, inesperada; ni un accidente desgarrador, pero El Baile (Irène Némirovsky) es un drama que pone los pelos de punta. En esta novela breve de muy pocas páginas, es increíble la rapidez con que el lector llega a odiar a uno de los personajes, aunque no sea un asesino serial sino una madre que desprecia a su hija de catorce años. No es que no la quiera, pero es incapaz de manifestarle cariño porque está demasiado ocupada con lograr su posición frente a la alta sociedad de París en los años veinte. El padre, por su parte, tiene un carácter débil y está más concentrado en su trabajo, que mantiene la fortuna reciente de la familia.

La situación entonces, deja el campo libre a la madre para ser reina de la casa y meterse en la vida de los demás, sólo para que la suya pueda ser más libre y a su antojo. Entonces organiza el baile, en donde podrá ostentar de su riqueza, sus adornos, su ropa y sus alhajas. Los demás hablarán de ella, porque será la que posee más riqueza, más allá que el responsable de haberla logrado sea su esposo.

Para la hija, el baile será - al menos - una oportunidad de lucirse; mostrar su cuerpo de mujer, ver qué tanto la mirarán los hombres, sentirse la adulta que desea ser y en parte, ya es. Un descanso de la opresión de su vida cotidiana, subordinada a los caprichos de su madre. Hasta que se entera que no será así. Ella es, en la boca de su madre, todavía una "niña", una mocosa que no está apta para participar en un baile de adultos. Tendrá que permanecer recluida en una habitación, que ni siquiera será la suya porque esa será usada para los abrigos de los invitados. La chica se quedará en la habitación del fondo, la que usan los empleados. Y que no vaya a aparecerse, so pena de sufrir el enojo de su madre.

Esta es la última humillación que la hija puede resistir, y casi sin pensarlo, encuentra la forma de vengarse de su madre. No será un daño físico o material, pero de todas maneras, la venganza será muy dura. De alguna manera, sin embargo, prevalecen los sentimientos de nobleza y cariño, por más difícil que resulte imaginarlo durante la lectura.

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