martes, 26 de enero de 2010

¿El Kindle eliminará a los libros?

En el Poema de los dones, Borges deja bien claro que una biblioteca es un lugar en el cual puede accederse a muchos mundos, o a todos. No sólo él, seguro, concibe el paraíso como una biblioteca. Cualquier persona que se conmueva con los libros entiende que verlos, pasar sus páginas, llevarlos a la cama, y guardarlos todos juntos en una biblioteca personal, es un placer.

Además de la lectura en sí, el placer de los libros está en el objeto: su forma, su olor, su tamaño, su encuadernación y su diseño de tapa. También el tamaño de las letras impresas, la fuente en que se imprimió el texto, la calidad de las hojas.

Hace poco existe un aparato llamado Kindle, que es electrónico, como si fuera una pequeña computadora, en el cual se pueden "grabar" o albergar allí una cantidad enorme de libros, en forma electrónica. Para muchos esta nueva tecnología es un principio del fin de los libros, que según entienden, se volverán obsoletos y desaparecerán frente a las ventajas que ofrece el Kindle. En un aparato del tamaño tal vez de un libro convencional (y más liviano que un libro en edición de bolsillo según informa la página del producto en amazon.com), entran miles de títulos, bibliotecas enteras. La tecnología de su pantalla imita la sensación de leer en papel, y así evita que la vista del lector se canse luego de un tiempo prolongado frente a la pantalla, como puede suceder con las computadoras. ¿Para qué entonces, llenarse de hojas que se ponen amarillas, se llenan de hongos, se deterioran?

El Kindle tiene algunas ventajas indiscutibles si se usa para viajar. Quienes leen varios libros a la vez pueden tenerlos en el aparato y llevarlos consigo sin agregar peso ni espacio dentro del equipaje. En vacaciones, el Kindle resultará ideal también para cargar menos y llevar varios títulos encima. Para los lectores apasionados esto es una gran ventaja.

Ahora bien, las ventajas del Kindle son particulares, son específicas para el usuario, el dueño del aparato, y la esencia de su uso está en esa particularidad o especificidad. Ese uso no permite un compartir de las obras literarias que contenga el Kindle.

Podría considerarse a un buen libro como una manifestación del espíritu que busca provocar algo en el espíritu del lector. Compartir la lectura de un libro es una forma de generar una unión profunda - espiritual - entre las personas que lo leen. Regalar un libro, con una buena dedicatoria en su primer página en blanco, implica regalar un pedazo de alma de quien entrega dicho regalo. Prestarlo genera el mismo efecto. Aunque la persona que regala no lo haya leído, lo eligió en una librería de acuerdo a la descripción del argumento en la contraportada, al diseño de la tapa, pensando en la persona que recibiría el regalo y en el momento en que se lo daría. Habiéndolo leído, más todavía regalándole su propio ejemplar de una obra a otra persona, ese compartir es todavía mayor.

Un libro en Kindle no se podrá regalar, porque el soporte es propio de su dueño, y de ese soporte no podrá desprenderse si quiere seguir leyendo otras cosas. Tampoco prestarlo, porque entonces el dueño del aparato se quedaría sin lectura por un tiempo. Las dedicatorias escritas en el regalo quedan descartadas, porque no se puede rayar la pantalla sobre la cual luego se leerá.

Tampoco, con el Kindle, una visita podrá ver la biblioteca del dueño de casa, ese pequeño paraíso formado a través de los años y disfrutar de ver lomos de varios libros en estantes y así conocer los intereses del dueño, esto llevar a su vez a una conversación sobre las obras y a esa intimidad que surge cuando dos - o más - personas hablan de las cosas que les gustan. El dueño no podrá ofrecer el prestamo de un libro, la visita no podrá pedirlo, porque por más rato que esté en la casa ajena jamás tendrá oportunidad de conocer su biblioteca. Si la conversación los lleva a hablar de un libro, habrá que recurrir al aparato, pero ninguno de los dos podrá tocarlo, el interesado en la obra no podrá estimar su extensión de acuerdo al grosor del ejemplar y considerar llevarlo consigo para leer en los días próximos.

El acto de la lectura siempre es particular y único, al contrario que el de ver una película, una obra de teatro o escuchar música. Pero terminado el acto de la lectura en un libro, ese montón de páginas encuadernadas puede generar vínculos entre las personas, bastante profundos muchas veces, o al menos una interacción. El montón de plástico del Kindle cumple la función de la primera etapa, la de la lectura, en forma idéntica, pero jamás podrá lograr la segunda.

El teléfono facilitó muchas cosas en la comunicación entre las personas, pero no eliminó la conversación directa, cara a cara. Tal vez hasta generó más, al servir para concretar encuentros más rápidamente. La gente no dejó de verse para hablar por que había teléfono. El Kindle no tendrá por qué provocar que la gente prescinda de los libros como objeto, como ese tesoro que conforman muchas páginas juntas con un texto para ser leído.

martes, 12 de enero de 2010

Los misterios del alma


Muchos lectores estarán acostumbrados a que en los cuentos policiales, el detective descubre y atrapa a delincuentes bastante malos, o del todo. Pero hay un personaje literario que resuelve crímenes aunque no es detective, y en muchos de los casos resueltos, el delincuente no es una persona malvada.

Por ejemplo, resulta curioso un cuento en donde un sacerdote católico descubre que otro sacerdote, muy devoto de su fe, mató a su propio hermano de sangre. Y fue esa devoción por la fe lo que lo hizo cometer la atrocidad. Sólo otro sacerdote capaz de entender el espíritu de los hombres, pudo descubrirlo. Ningún policía sospechó de alguien tan deseoso de agradar a Dios en cada momento. Hizo falta no un detective, sino un conocedor del alma, del bien y del mal en el ser humano.

Se trata del Padre Brown, un hombre de baja estatura, y presencia poco llamativa, que por su observación aguda y la empatía que logra con los personajes involucrados en distintos delitos, que van desde robos y engaños hasta homicidios, logra explicar hechos que ni el más habilidoso detective puede explicar. Dice Borges en uno de sus textos, que en el cuento policial, los investigadores buscan resolver lo confuso, no lo inexplicable. Esta es la diferencia que señala del Padre Brown con sus colegas literarios, quien se enfrenta a situaciones que en un principio tienen una explicación sobrenatural por lo desconcertante de los hechos, y les encuentra la causa natural. Un hombre de fe, que vive su vida en torno a una creencia sobrenatural, es el primero en encontrar las explicaciones racionales a los hechos que los demás, despreciándolo por ser religioso y creerlo poco capaz de conocer el mundo real, toman como sobrenaturales.

Una vez resuelto cada misterio, explicado cada hecho, el Padre Brown se dedica a intentar salvar el alma de quien acaba de cometer un acto fuera de la ley y que sólo él pudo ver. No condena, no entrega al delincuente a la policía, porque sabe de lo frágil del alma humana, y sabe que una persona puede arrepentirse y que la culpa es un sufrimiento grande. Uno de los primeros malhechores que desenmascara se convertirá en su ayudante en los cuentos siguientes. Al sacerdote que mató a su hermano, le promete no delatarlo pero lo convence a la vez de entregarse por su cuenta, porque será lo mejor para su alma. A otro hombre a quien también descubre en otro cuento, le pide que le redacte un texto - cual maestra de primaria - en donde detalle qué fue lo que lo llevó a cometer el homicidio. Allí el hombre le escribe que no sabe cómo pero que cuando mató a su víctima, supo al instante que había hecho algo malo, y le agradece al Padre Brown la oportunidad de poder decirselo por escrito.

El Padre Brown es ante todo una persona de mucha ternura y mucha humildad. Su sencillez y su sabiduría cautivan al lector con facilidad. También hará pensar a los lectores con frases inteligentes y reflexivas, que son breves pero tienen una profundidad de espíritu conmovedora. Al cerrar cada cuento del Padre Brown, de no más de diez o quince páginas cada uno, el lector le estará agradecido a su creador, el autor inglés G.K. Chesterton, alguien cuya obra es necesario conocer para todo admirador de la literatura.

Las imágenes incluidas en este artículo corresponden a las portadas de dos ediciones que hay en Uruguay de apenas una de las colecciones de cuentos del Padre Brown. De las dos, vale la pena la de Edaf por el prólogo Martínez Laínez, explicando las características del personaje comparado con otros protagonistas de cuentos policiales y con el resto de la obra del autor. La de Claridad, en cambio, tiene una mejor presentación si el libro se compra como regalo. En todo caso ambas son de los mejores regalos posibles que se le pueden hacer a alguien.

Ojalá pronto puedan encontrarse en la plaza local las otras cuatro de este fascinante personaje, así como las demás obras de Chesterton, entre las cuales hay biografías, ensayos políticos e históricos, poesía, novelas y cuentos. Más información (en inglés) del autor, su biografía y sus obras pueden encontrarse en el siguiente link:

http://chesterton.org/