
Desde un guarda de transporte colectivo que cobra con el glande al aire a través de una rajadura de su pantalón, al frío del invierno o las conversaciones "pasajeras" que con los uruguayos no lo son tanto, pasando por los problemas de cambio al pagarle a un taxista; las anécdotas relatadas arman un retrato ingenioso. Las preguntas (las del título, otra vez) no encuentran muchas respuestas a lo largo del libro, tal vez alguna sí, pero no demasiadas. Lo interesante es cómo llega la autora a esas interrogantes. Vernos a través de los ojos de esta extranjera resulta por lo menos entretenido, aunque los efectos pueden ser más, y también, más profundos.
Hay muchos privilegios que tiene Uruguay, y mucho que los uruguayos tienen para agradecer. Pero por costumbre o por distracción, puede ser que no sean apreciados en forma habitual. Esta venezolana ayuda a ver esas cosas y a valorarlas más. También ayuda a ver cosas negativas acerca de nosotros mismos, que tampoco está mal tener en cuenta y recordar.
El estilo de redacción merece la pena más allá de los contenidos. La autora es licenciada en letras y esto le da un buen manejo de la escritura, que a su vez le da gran originalidad a los artículos. La lectura se vuelve así más atrapante y divertida, porque uno disfruta de cómo está contado lo que se cuenta.
Cada pequeño artículo - originalmente publicados en un diario de Montevideo - lleva dos o tres páginas, por lo tanto el libro puede leerse en varios momentos, como un viaje en ómnibus, una sala de espera, o incluso tal vez... en fin, cada uno sabrá encontrarlos (¿Qué opinas, Leila?). Es un libro que acompaña a todas partes, porque su contenido está organizado en artículos breves, y porque su formato de edición es pequeño y portátil. Pero seguro que incluso después de leída su última página y cerrado el libro, acompañará al lector por mucho tiempo.
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